Relevancia: Internacional
Clasificación: Inmueble
Situado entre en un saliente rocoso entre las amplias playas, el castro de A Lanzada, en el municipio de Sanxenxo, permite dominar tanto el acceso a la ría de Arousa como una importante franja de la costa exterior atlántica y las islas adyacentes. Se trata de un yacimiento singular dentro de la Edad del Hierro del noroeste peninsular, pues, aunque existieran estructuras circulares típicamente galaicas y una parte de los materiales son de producción local, en el S. III a.C. se transforma parcialmente en una factoría de salsa o salazones. Fue uno de los grandes oppida galaicos, enclaves comerciales con el Mediterráneo.
El castro de A Lanzada es singular dentro de los asentamientos castreños, ya que no presenta elementos defensivos y tampoco se ubica en un alto, sino a pie de playa. En él se encuentra una factoría de salazón prerromana. Asociada a esta factoría aparece una estructura absidal con un pavimento circundante de arcilla roja y un muro lateral realizado en “opus africanum rude”, elementos totalmente novedosos en la tradición arquitectónica galaica y con claros vínculos con el sur peninsular. A estas estructuras se suma la existencia de un espacio de enterramiento de neonatos perfectamente delimitado y datado en la primera mitad del siglo I d. C., que recuerda parcialmente a prácticas funerarias púnicas. Esta necrópolis es algo excepcional en la cultura castreña.
Se han hallado restos de ánforas íbero-púnicas idénticas a las encontradas en el Cerro Macareno (Sevilla) y otros provisionalmente relacionados con distintas formas púnicas características del IV a. C. Asimismo, se han platos de barniz rojo similares a los de Castillo de Doña Blanca y Cerro Macareno en contextos también del siglo IV a. C., aunque las de A Lanzada tienen una pasta y factura distinta, por lo que podrían ser una producción local a imitación de la alfarería mediterránea. Estos hallazgos constatan un aumento de las importaciones procedentes de la costa portuguesa y la costa suroccidental andaluza entre los siglos IV y III a. C. Especial relevancia el perfumario y el ungüentario cerámico de tipo fusiforme (depositado en el museo de Pontevedra) hallados, ya que se trata de dos objetos ajenos a la tradición castreña.
Las comunidades que se encontraron los fenicios a su llegada al noroeste, a finales del siglo V. a. C. se hallaban en pleno proceso de transformación. Precisamente este periodo marca el cambio entre la Primera y la Segunda Edad del Hierro en la zona. Hasta ese momento, el noroeste se había caracterizado por una considerable homogeneidad cultural: predominaban los castros pequeños, con arquitectura de planta circular poco monumental y fortificaciones con predominancia de aterrazamientos, fosos y terraplenes. La ocupación del territorio era poco densa y los asentamientos se localizaban en lugares elevados. A partir de finales del siglo V a. C. muchos de estos poblados se abandonan y se multiplican los poblados en fondo de valle, que se dotan de defensas complejas y, al menos en la costa, se caracterizan por una estructura en piedra monumental y una ocupación muy densa, aunque siguen siendo pequeños (2 hectáreas) al menos hasta el siglo II a. C.
Al contrario que el sur peninsular, el noroeste no se “mediterraneó”. Los púnicos mantuvieron relaciones comerciales, pero sin establecer colonias ni asentamientos permanentes, siendo lo más parecido a un asentamiento permanente los espacios de culto identificados en Punta do Muiño do Vento y la isla de Toralla (Vigo). Sin embargo, sí hay evidencias de influencia en algunos asentamientos castreños del litoral meridional, donde se adoptaron metalurgias y elementos de la cultura religiosa por posible transferencia ideológica a través de los lugares de culto púnico en el poblado.
Los primeros emporios con presencia púnica se ubican en lugares familiares para los mercaderes procedentes del sur. Se trata de paisajes similares al mundo púnico mediterráneo y la zona del Estrecho de Gibraltar: islas cercanas a la costa, cabos que flanquean ensenadas, buenos puertos naturales y desembocaduras de ríos que actúan como vías de entrada hacia el interior. Un primer rasgo de este primer comercio púnico es su concentración en la costa. Aparentemente los emporia acaparaban la inmensa mayoría de las importaciones y actuaban como intermediarios entre productores de metal en el interior y mercaderes en la costa, siguiendo el modelo clásico que parece darse en distintos puntos de la geografía protohistórica europea. La implicación de los galaicos en la Segunda Guerra Púnica como soldados al servicio de Cartago demuestra hasta qué punto las interacciones entre las comunidades del noroeste y los navegantes púnicos habían creado lazos estrechos.
A partir de mediados del siglo II a. C. y con mayor fuerza a partir del año 125 a. C. es cuando el intercambio con el mundo mediterráneo reaparece con fuerza, que evidencia la aparición de una gran cantidad de restos en numerosos enclaves. En este periodo tardopúnico es cuando aparecen los oppida, grandes castros que se convierten en atracción del comercio y que atraen particularmente la importación de grandes ánforas cuyo contenido se emplea para banquetes patrocinados por las grandes elites que están al frente de los oppida.
El vino juega un papel clave en la economía política de los oppida y sin duda actuó como acicate para el comercio a partir del siglo II a. C. y el vino era uno de los productos con los que comercializaban los fenicios, que plantaron viñas en todas sus colonias y en los alrededores de sus factorías, tanto en el norte de África, entre ellas Cartago, que posteriormente heredaría todo el poder fenicio, como en la península Ibérica, Francia e Italia.
El castro de A Lanzada está situado en Noalla (Sanxenxo) a poca distancia del mar y data del siglo VIII a.C. En él se pueden observar restos de la fortaleza medieval, conocida como la Torre da Lanzada. En el otro extremo, se encuentra la capilla de Nuestra Señora de A Lanzada, construida sobre parte de los restos del castro.
Se trata de un yacimiento singular dentro de la Edad del Hierro. Aunque existieran estructuras circulares típicas y parte de los materiales fueran producidos por el poblado, se transformó parcialmente en una factoría de salsa o salazones.
Por otra parte, este estratégico enclave sirvió para aumentar el comercio, pues llegaban productos de diferentes sitios del Mediterráneo, materiales procedentes de Egipto, Turquía o Túnez. Desde A Lanzada, se distribuían a otros asentamientos de las Rías Baixas gallegas.
ES_ Ría de Arousa
Puerto / Fondeo / Playasin datos del puerto
Localización
O Grove
(Pontevedra)
España
Natural
ServiciosAparcamiento
Acceso Minusvalidos
Señalizacion
Si
InterpretableSi
Horariossin información